Este cuento lo escribí cuando no sabia que tras subir y bajar encontraria el desierto.
Desierto y luna.
Provengo del país de las cosas tangibles, provengo de la tierra de las palabras. Los accidentes me hicieron deportado y extraño. Atrás, con pesar, quedaron familia, amores y amistades, consuelos y bienes, futuros ciertos y quietud ignorante. Tomé una noche de creciente y de astros estrenados camino hacia el oriente, si camino llamo al vagabundear sin rumbo como navío sin instrumentos. Mi único destino era ver el suceder de soles y lunas, del dios y la amada, de mi enemigo y mi consuelo... Desde el fértil y activo valle, desde la ciudad que deslumbra a los ciegos, atravesé montañas esmeraldas que se encadenaban una con otra como si mi huida no fuera a tener medio ni fin. Cuando atravesaba un valle, soñaba: tras esa montaña está le vida. Cuando alcanzaba la cima gritaba al siguiente valle ¡ tú eres la muerte! Pero como quiere Dios que el viajero tenga un camino y el camino unas jornadas, Él quiso que yo llegara al final de valles y montañas, de remontes y laderas. Enfrentó entonces mi vista el más grande de los desiertos, un mar de inmenso Oro, un infierno de infinita arena, la piel desnuda de la tierra.
- ¿ Que cargo en mi mochila para cruzar este inmenso lugar? ¿ Que defensa ante tanto desconocimiento?
- Nada. Nada de lo que pudieras haber usado en tus valles y montañas. Incluso tus vestiduras han de estorbar tu caminar. Aquí, lo único útil es la Verdad. ¿Volverás atrás la vista?
- No me conformo con ser estatua.
- ¿ Volverás atrás tus pasos?
´-Convertirme en sal es destrucción.
¡ Camina!
*Soltando mi lastre avancé entonces con sumo cuidado, que hasta la senda revelada precisa de atención. En la indecible llanura donde todo es nada y la nada destaca, puse mi pie; y mi otro pie. Caminé y pude comprobar que caminando el mórbido aire se convierte en brisa y los pensamientos perdidos encuentran una dirección. Sucede que en la paz aniquiladora del desierto una gota de rocío es un océano virgen, una rosa descolorida un jardín de irisados aromas y el rumor del viento entre las piedras se convierte en las palabras de un profeta. Así , aunque los sentidos parezcan dormidos entre tal monotonía, en verdad están atentos y nerviosamente activos. Mi mirada perdida en el horizonte destino, se encontró entonces con el destello de un color extraño y desconocido para mí. Asombrado y quizás temeroso detuve mi andar y me hurté de la vista tras una duna. El color se movía. El color se acercaba. ¿ Será un demonio, un genio? Pues viene directo hacia mí como si me viera a través de mi defensa. Era un hombre tocado con un extraño y llamativo turbante del color de la miel mezclada con la naranja y diluida en vino de moras. El hombre caminaba sobre la arena sin que sus pasos la mellaran, con la cadencia de un reloj. Al tiempo de sonar la hora, estaba frente a mí. Desde lo alto de la luna me dio la paz. -Salam aleikum-.- Contigo sea también-, le respondí. De su morral sacó una pequeña cazoleta y de una bolsa de tela que colgaba de su cuello unas hierbas de aromas embriagantes. Con los matojos que el viento hace viajar sobre la arena, preparó un fuego y calentó el rocio mezclandolo con mis lagrimas resecas. Así, preparó la infusión que trajo una noche placida y mi primer encuentro con mi amada luna. Me habló en su extraña lengua de tantas cosas... Me enseñó tan conmovedoras melodías... Hizo reír mi petrificado corazón con tan amplia sonrisa... ¡ Qué pena que yo no conozca su idioma! Seco como el desierto, rítmico como la vida.
Cuando desperté y me encontré de nuevo solo, me sentí más fuerte y decidido a proseguir mi búsqueda de días y noches. Me sentía amado por mi luna y la esencia de la infusión de mi amigo había impregnado mi cuerpo como aceite perfumado. Me reencontré con el desierto, pero ya no caminaba solo. Mis pasos eran cadenciosos, seguían el ritmo de las melodías de mi amigo
¿ Acaso he de decirte si es mas limpio el pájaro que la tortuga? Dijo el hombre del sueño.
* Aquí en el desierto hay hombres de cualquier color. Seguía yo mi camino cuando me topé con un grupo de hombres azules. En principio sus miradas -que es todo lo que de ellos muestran- parecían recelosas. Es algo innato en quien elige la soledad el mirar con cierto reparo a la vida. Son gente solitaria y de breve estancia, como la misma arena que es su casa. Les di la Paz y acepté encantado un hospitalario té filtrado y escanciado varias veces en vasos de cristal grabado con filigranas de oro. Relaté historias de mi mundo. Poco lógicas, según ellos. Después me toco escuchar y aprender cómo es su vida. Toda ella es sencillez, destino y estar. Baje mi mirada pues me resultó imposible mantener ante ellos la impostura de mi existencia. Al verme entristecido mis amigos prepararon más té y me contaron batallas imposibles y chanzas sobre cada uno de ellos. Una de sus mujeres, al pasar cerca se rebajó a mirarme. ¡ Que dos azuladas lunas eclipsadas sólo en parte por dos soles negros se reflejaban en sus dos blancos y profundos lagos! Sus ojos eran como un universo de entramada magia donde al perder la vista se reflejaban todos los lugares y tiempos, dejando de existir el momento, haciendo eterno un latido. Vaciando de aire mi pecho, creí caer en un precipicio de placer donde el miedo había dejado de existir y una paz sobrehumana reinaba sola en mi. Esa caída me transporto hasta el corazón de la mujer tuareg. En su corazón y de su corazón fui por un eterno instante. En el paraíso no puede permanecer la pobre alma de un vivo amante. Jamás tanto ame sin saber que lo hacía.
¿ Para ti? o... ¿ para tus ojos?
*Pasé de largo un pueblo donde se celebraba el mercado semanal. Grandes voces cantando cifras. No entré. No hay como no tener dinero para no necesitar nada. Verdaderamente es cosa curiosa cómo el dinero se alimenta del dinero desgastando al hombre. Aunque sea oro y su brillo parezca difuminarse mientras conserva su valor, el hombre entristece. ¡ Cómo pulimos la plata! Si con la misma fruición lo hiciésemos con nosotros...
*En el desierto de soledad, hay días a los que el amanecer convierte en tormento para mis heridos nervios. Despertar tras una nuche sin luna, es para mí como volver a perderla, morir de nuevo. En esos días mi mente se resiste a obedecer los deseos de mi alma, luego ésta se apaga y con ella el cuerpo se postra revelándose oscuros pensamientos, miedos escondidos. Sufro un vacío interior que nada cubre, una impotencia consciente que aumenta mi tormento. Debo acudir entonces a magos y alquimistas. ¿Curan estos herboristas modernos a los espíritus perdidos? ¡No! Si acaso, acallan fantasmas, pero un fantasma mudo sigue ahí, sigue siendo un terror. ¿Quién consigue huir de sus fantasmas?¡Nadie! ¿Hay algún lugar imposible para un fantasma?¡La muerte!, aunque sea muerte en vida, muerte de los sentidos... Ese es el refugio de los atormentados. Hacia allí vamos haciendo sonar nuestras cadenas. ¡Vuelve luz mía y dame de tu laudano bendito!¡Oh sueño!¿Porqué te escondes de la luz?, ¿Porqué me dejas huérfano entre las sombras del día?. Dime al menos qué coraza debo usar para enfrentarme a estos molinos que pueblan mi imaginación... ¿o, son gigantes?.Si asi me dejas cada mañana dame la libertad ya, ahora, egoísta dueña. Si cada día te he de perder, no vuelvas esta noche Luna mentirosa.
*Al atardecer, el camino oculto que no lleva a ningún destino, resultó traerme de bruces contra unos riscos cortados como grandes diamantes trabajados con destreza por el esmeril divino, que al dorarlos los últimos arreboles recordaban el brillo de unos cabellos dorados cubriendo un gesto pétreo. Hambriento del saber que guardaban, que separaban, que ocultaban, escalé los riscos sin temor, con la pericia del curioso. Llegado a la cumbre me detuve entre la vegetación de una pequeña loma. Bajo un árbol que elevaba sus ramas al cielo en permanente oración me recosté y abrí mi zurrón disponiendo los útiles para prepararme un reconfortante té al modo que mi sadiq me había enseñado. En ello estaba cuando reparé en unos caravaneros que se habían detenido ladera abajo en un solar aventado. Primero me llegaron sus murmullos, después sus voces y risas, entre canciones alguna que otra bronca. Hicieron allí campamento dejando las jaimas abiertas para que la brisa del atardecer oreara sus habitaciones de piel. Mientras los hombres iban y venían afanosos hablando sin parar, sacando los manjares de su cena y recogiendo leña, los mas ancianos escogieron el lugar donde había de arder el fuego. Sobre él prepararon un cordero muy especiado. Su exquisito aroma llegaba hasta mí. Les observé encantado mientras cenaban en familia. Al terminar, todos juntos oraron al último sol que ya se ocultaba en poniente. Cuando reinaba ya mi luna les deje solos, cantando y riendo. Al marcharme me preguntaba:
¿Porqué no has bajado donde ellos estaban? Mirando se aprende si no se conoce.
*Si no llevo brújula, ¿cómo he de saber hacia donde voy? ¿ Que más da que tu cuerpo vague perdido si enn la oscuridad las estrellas pueden guiar a tu pordiosera alma?. A veces me contento con ver como se desace el peinado de una nube que me recuerda a mi luna. Pero es imaginado el peinado e imaginada la luna. He de esperar a la noche. Podré verla y amarla. Despedir sus besos por última vez. Tomaré el rumbo que sus servidoras las estrellas me hayan marcado.
ma amlah ya qamar,ináqak fassahar
¡ que hermoso luna mía, abrazarte al amanecer!
*Una noche en que mi luna se tiño de naranja vinieron a visitarme unos fantasmas. Estos terrores entran en tu tienda sin ser invitados y colocan las cosa de arriba abajo. Toman de tu alimento con malas maneras y beben sin medida la sangre de tus sueños. Cuando están saciados no huyen. Esperan tu despertar y se regodean observando el caos que dejan sus visitas.
Es terrible cosa.
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1 comentario:
Te estaba leyendo y esta podria ser tambien la historia de mi vida.
Unn saludo y gracias por compartir
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